Frenar a los Okupas

Frenar a los okupas
El desatino que supone para la vida de la gente normal la lacra de la okupación ha tomado cuerpo esta semana en dos hechos significativos en Cataluña. La algarabía agónica de Salt y la presión popular en Badalona para echar a una okupa en 24 horas.
En España seguimos teniendo un problema con la adaptación de las leyes para hacer frente al fenómeno de la okupación, un movimiento que es capaz de englobar a bandas criminales que desean interpretar a su manera el mercado inmobiliario, a inquiokupas a los que les gusta más la idea de okupar sin pagar el alquiler y a familias sin recursos de verdad que okupan como última medida para no dormir en la calle.
Esas leyes no facilitan a los cuerpos de seguridad la posibilidad de intervenir sin contemplaciones y eliminar los efectos de las okupaciones con celeridad. Y mientras eso no ocurra se repetirán ejemplos de okupaciones que ya sólo provocan la aceptación de aquellos que no son conscientes del problema que supone.
En Salt, el desalojo de un imán y su familia tras más de cinco años sin pagar su hipoteca propiedad de un banco acabó convirtiéndose en una batalla campal. Por poco simpático que pueda ser que la propiedad sea de un banco, en una propiedad privada quien no paga no puede seguir, por muy imán que sea y por mucho predicamento que tenga entre la comunidad islámica de una de las poblaciones que lleva permanentemente el distintivo de alarma roja en el mapa yihadista del Estado, compitiendo directamente con Ceuta y Melilla. Lo que le faltaba a Salt, una población en la que su alcalde ha dirigido una política inteligente, pero en la que es difícil hacer milagros cuando se convive en medio de un polvorín emocional.
En Badalona vivieron una situación inversa. No hubo alteración del orden público por defender a un okupa. Sucedió todo lo contrario. El alcalde y un buen número de vecinos presionaron a una okupa que tuvo que abandonar el inmueble en 24 horas, sin llevarse un solo euro de indemnización, una de las prácticas habituales de estos usurpadores de viviendas, cuando la necesidad ha dejado paso al negocio ilegal.
En cualquier caso, al mismo tiempo que hay que combatir con más energía la okupación, es necesario dar pasos agigantados para resolver el infierno de acceder a una vivienda.
El tope del alquiler en Cataluña, más que controlar el precio ha provocado una caída de la oferta, lo cual ha complicado más la vida a la gente que desea alquilar. Ahora sigue siendo caro y, como hay menos pisos a disposición, las dificultades para lograr uno se multiplican. O están en el mercado paralelo del alquiler temporal (un modo de burlar la ley a precios prohibitivos), o en el mercado de compraventa o en ningún mercado, ya que muchos propietarios ante la duda prefieren cerrar su inmueble y retirarlo de la circulación. Un lío, vamos.

