El lamento del okupado en Sant Antoni: «Mi error ha sido confiarme y pecar de bueno»

Vicente Riera tuvo una oportunidad el miércoles de resolver por la vía rápida la okupación de su vivienda en Sant Antoni, pero no pudo aprovecharla por una mezcla de ingenua bondad y falta de información. Eran las dos de la tarde cuando recibió el aviso de una vecina y acudió raudo a la calle Bisbe Cardona de Sant Antoni.
Okupación en Sant Antoni: «La Policía Local y la Guardia Civil están atadas a lo que dice la ley»
Lo hizo acompañado de unos amigos porque ya se olía el olor a quemado de la tostada que le esperaba dentro. La vivienda, deshabitada y propiedad de su madre, que vive en una residencia, tenía la puerta abierta, así que entró. Al fin y al cabo, es de su familia.
Dentro, se encontró con un hombre de origen magrebí y con una mujer española que se vieron sorprendidos in fraganti por el legítimo propietario. Desde ese momento empezaron a aplicar el manual del perfecto okupa. «Me dijeron que pensaban que el piso estaba abandonado», recuerda Riera en declaraciones a Diario de Ibiza.
«Yo les contesté que no, que solo estaba pendiente de reforma y que estaba a la espera del permiso de obra. También les dije que no tenía luz ni agua, que no era una casa habitable», resume.
Cambio de discurso
Ese instante era la ocasión que Vicente tenía casi en la mano y que se le escapó en cuanto volvió a salir a la calle. Cruzar el umbral de su propia casa puso en marcha el contador del proceso judicial, de duración completamente impredecible, que algún día resolverá esta okupación.
«En cuanto salí a la calle empezaron con otro discurso y me dije ‘uy, no vamos bien’. Mi error fue confiarme y pecar de bueno», rememora. Los okupas sabían perfectamente lo que hacían. Pasaron de contestar con buenas palabras a Vicente, que les había ofrecido que se marcharan por las buenas a pesar de que se habían cargado la cerradura, a sacar las garras en cuanto el dueño volvió a estar fuera del inmueble.

